jueves, 5 de enero de 2017

Historia de España: Semana Trágica

 La Semana Trágica de Barcelona:

En agosto de 1909 Barcelona se recuperaba de ocho días de revueltas y graves enfrentamientos entre los obreros y el ejército. El día 2 de agosto la ciudad volvía al trabajo dentro de una cierta normalidad, se recuperaba la actividad religiosa con una precariedad evidente, ya que muchas iglesias habían sufrido daños graves y se extendía la represión entre los movimientos y las entidades republicanas y anarquistas.

La Semana Trágica, que también fue conocida como Negra, Sangrienta, Triste, de Duelo, Roja o Gloriosa, pero que la prensa de la época la llama Els fets de Barcelona (“Los hechos de Barcelona”), fue un estallido incontrolado muy centrado en la capital; porque si bien es cierto que también hubo algunos disturbios en otros lugares de Cataluña, el epicentro y la mayor parte de la revuelta tuvo lugar en Barcelona.
Para entender lo que pasó hay que ver cómo era la ciudad en ese momento. Barcelona estaba en expansión. Hacía 55 años que se habían derribado las murallas que la encorsetaban y 50 que había comenzado la urbanización de L’Eixample. Una docena de años antes, en 1897, la ciudad había experimentado un crecimiento fuerte con la agregación de seis municipios del Llano de Barcelona: Gràcia, Sant Gervasi, Sant Martí de Provençals, Sant Andreu de Palomar, Sants y Les Corts, y en 1904 también se había agregado Horta. Además, la ciudadanía sufría importantes desigualdades sociales y económicas. Por un lado, había una burguesía rica, con una vida social despreocupada, frívola y alegre. Por otra, había una sociedad obrera industrial pobre, con muchas carencias sociales, que hacía tiempo que luchaba, con poco éxito, para conseguir mejoras en sus derechos.

En aquel principio de siglo XX, el grado de analfabetismo de la población era muy alto, sobre todo en las familias obreras, que estaban formadas, a menudo, por la pareja con cinco o seis hijos y la madre de alguno de los dos miembros de la pareja, y que vivían hacinadas en pisos pequeños, en muchos casos en un solo espacio donde tenían que hacerlo todo: dormir, vestirse, preparar las comidas, lavarse, comer… Las criaturas de entre 8 y 15 años constituían un 14% de la población obrera de la ciudad. Por otra parte, la visión de una Iglesia católica rica y opulenta, mucho más cercana a los poderosos, hizo que se fuera extendiendo el anticlericalismo en una sociedad obrera con una fuerte implantación del republicanismo y el anarquismo.
En estas condiciones estalló un conflicto bélico colonial en el norte de Marruecos y el Gobierno de Antonio Maura decidió enviar allí a reservistas, mayoritariamente de Cataluña y de Barcelona. En aquel momento era posible evitar el servicio militar mediante el pago de dinero, por lo tanto quienes se iban de soldado eran los pobres, que no tenían las 1.500 pesetas de la época que les permitían librarse de este. Además, el hecho de enviar a reservistas hacía que quienes marchaban fueran hombres jóvenes, maridos y padres, que al irse dejaban a la familia prácticamente en la miseria, ya que su sueldo era el más importante que entraba en casa. Además, en las retinas de la gente aún estaba muy presente el regreso de los soldados, años antes, llenos de miseria y con enfermedades tropicales, después de que España perdiera Cuba y Filipinas.

Los primeros reservistas embarcaron en el puerto de Barcelona con barcos propiedad del marqués de Comillas, donde algunas damas de la aristocracia, como las marquesas de Comillas y de Castellflorite, les repartían escapularios y detentes, que son unas piezas de ropa con la imagen de Jesucristo o del Sagrado Corazón y la inscripción “detente, bala” para que los soldados se los pusieran en el pecho para protegerse del fuego enemigo.
Es en este escenario que fue convocada una huelga general para el lunes 26 de julio como protesta contra la política del Gobierno en la zona del Rif. La huelga se inició en la madrugada del lunes y se fue extendiendo desde los barrios obreros de la periferia hacia las fábricas del centro. Entre los piquetes que recorrían la ciudad para pedir el seguimiento de la huelga destacó la presencia de las mujeres. De repente, la huelga se convirtió en insurrección con enfrentamientos graves entre el ejército y grupos de obreros y anarquistas que levantaron barricadas y dirigieron su furia hacia los edificios religiosos, sobre todo las escuelas y las iglesias. En muchos casos se dejó marchar a las comunidades religiosas antes de prender fuego a los edificios.

Aquellos ocho días de revuelta provocaron un total de 87 muertos, entre militares (3), guardias civiles (2), sacerdotes (3), miembros de la Cruz Roja (4) y civiles (75). Fueron asaltados 81 edificios, entre los que había 27 escuelas de órdenes religiosas, 4 escuelas parroquiales, 18 iglesias y 18 conventos. Terminada la revuelta, la represión fue importante: hubo más de 2.000 personas detenidas, se clausuraron más de 130 centros y entidades considerados subversivos, entre los que había escuelas laicas y sedes republicanas, y fueron procesadas por tribunales militares 1.725 personas.
Los tribunales dictaron 59 cadenas perpetuas y 17 condenas a muerte, 12 de las cuales fueron conmutadas por cadena perpetua. Finalmente fueron ejecutadas 5 personas: Josep Miquel Baró, líder de la revuelta en Sant Andreu; Antoni Malet Pujol, acusado de quemar objetos de una iglesia y de disparar contra el ejército; Eugeni del Hoyo, guarda de seguridad que disparó contra el ejército; Ramon Clemente García, un carbonero con deficiencia mental que bailó con el cadáver de una monja, y Francesc Ferrer i Guàrdia, que a pesar de quedar claro y comprobado que no tuvo ningún tipo de participación, fue condenado como incitador de la revuelta.







 
Enlace:http://lameva.barcelona.cat/barcelonablog/insolito/la-semana-tragica-de-1909?lang=es

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