Friedrich Nietzsche
(Röcken, actual Alemania, 1844 - Weimar, id., 1900)
Filósofo alemán, nacionalizado suizo. Su abuelo y su padre fueron
pastores protestantes, por lo que se educó en un ambiente religioso.
Tras estudiar filología clásica en las universidades de Bonn y Leipzig, a
los veinticuatro años obtuvo la cátedra extraordinaria de la
Universidad de Basilea; pocos años después, sin embargo, abandonó la
docencia, decepcionado por el academicismo universitario. En su juventud
fue amigo de Richard Wagner, por quien sentía una profunda admiración, aunque más tarde rompería su relación con él.
Friedrich Nietzsche
La vida del filósofo fue volviéndose cada vez más
retirada y amarga a medida que avanzaba en edad y se intensificaban los
síntomas de su enfermedad, la sífilis. En 1882 pretendió en matrimonio a
la poetisa Lou Andreas-Salomé,
por quien fue rechazado, tras lo cual se recluyó definitivamente en su
trabajo. Si bien en la actualidad se reconoce el valor de sus textos con
independencia de su atormentada biografía, durante algún tiempo la
crítica atribuyó el tono corrosivo de sus escritos a la enfermedad que
padecía desde joven y que terminó por ocasionarle la locura.
Los últimos once años de su vida los pasó
recluido, primero en un centro de Basilea y más tarde en otro de
Naumburg, aunque hoy es evidente que su encierro fue provocado por el
desconocimiento de la verdadera naturaleza de su dolencia. Tras su
fallecimiento, su hermana manipuló sus escritos aproximándolos al
ideario del movimiento nazi, el cual no dudó en invocarlos como aval de
su ideología; del conjunto de su obra se desprende, sin embargo, la
distancia que lo separa de ellos.
La filosofía de Nietzsche
Entre las divisiones que se han propuesto para
las obras de Nietzsche, quizá la más sincrética sea la que distingue
entre un primer período de crítica de la cultura y un segundo período de
madurez en que sus obras adquieren un tono más metafísico, al tiempo
que se vuelven más aforísticas y herméticas. Si el primer aspecto fue el
que más impacto causó en su época, la interpretación posterior, a
partir de Heidegger, se ha fijado sobre todo en sus últimas obras.
Como crítico de la cultura occidental, Nietzsche
considera que su sentido ha sido siempre reprimir la vida (lo
dionisíaco) en nombre del racionalismo y de la moral (lo apolíneo); la
filosofía, que desde Platón
ha transmitido la imagen de un mundo inalterable de esencias, y el
cristianismo, que propugna idéntico esencialismo moral, terminan por
instaurar una sociedad del resentimiento, en la que el momento presente y
la infinita variedad de la vida son anulados en nombre de una vida y un
orden ultraterrenos, en los que el hombre alivia su angustia.
Su labor hermenéutica se orienta en este período a
mostrar cómo detrás de la racionalidad y la moral occidentales se hallan
siempre el prejuicio, el error o la mera sublimación de los impulsos
vitales. La «muerte de Dios» que anuncia el filósofo deja al hombre sin
la mezquina seguridad de un orden trascendente, y por tanto enfrentado a
la lucha de distintas voluntades de poder como único motor y sentido de
la existencia. El concepto de voluntad de poder, perteneciente ya a sus
obras de madurez, debe interpretarse no tanto en un sentido biológico
como hermenéutico: son las distintas versiones del mundo, o formas de
vivirlo, las que se enfrentan, y si Nietzsche ataca la sociedad
decadente de su tiempo y anuncia la llegada de un superhombre, no se
trata de que éste posea en mayor grado la verdad sobre el mundo, sino
que su forma de vivirlo contiene mayor valor y capacidad de riesgo.
Otra
doctrina que ha dado lugar a numerosas interpretaciones es la del
eterno retorno, según la cual la estructura del tiempo sería circular,
de modo que cada momento debería repetirse eternamente. Aunque a menudo Nietzsche
parece afirmar esta tesis en un sentido literal, ello sería
contradictorio con el perspectivismo que domina su pensamiento, y
resulta en cualquier caso más sugestivo interpretarlo como la idea
regulativa en que debe basarse el superhombre para vivir su existencia
de forma plena, sin subterfugios, e instalarse en el momento presente,
puesto que si cada momento debe repetirse eternamente, su fin se
encuentra tan sólo en sí mismo, y no en el futuro.
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